Nancy Lara
Un molino
para moler pan, que estaba por ser reparado en un taller de la industria
alimentaria, tuvo otro derrotero ante la necesidad de un equipo para moler la
hoja de moringa, destinada a la industria farmacéutica.
Con cien
martillitos de acero inoxidable, una malla y un tapiz, se logró el granulado id
óneo, pero sobre todo, fue la voluntad de Carlos del Amo Laza, mecánico A del
taller # 4, perteneciente a la Empresa de Construcciones Metálicas y
Eléctricas, Comelec, integrada al Grupo Empresarial de la Industria
Alimentaria.
Gracias a la
innovación de este trabajador, el Instituto Finlay cuenta con el molino, que
tuvo un costo aproximado de 11 mil pesos y por el cual posibles proveedores, en
el mercado internacional, pedían entre 15 mil y 18 mil euros, mediante el pago
previo del 50 porciento más 15 días de estadía en puerto.
La solución
de Laza, logró la sustitución de importación del molino, que es el primero de
mayores desempeños, pues tiene una productividad de una tonelada en una jornada
laboral, por lo que ya se inician las gestiones para un equipo con mayor
capacidad. Se requiere ahora la preparación del expediente con la ficha
de costo de los elementos precisos.
Carlos del
Amo, comenzó en la tornería con solo 17 años de edad y desde hace veinte años
es innovador. Cuenta que procede del sector del transporte, etapa difícil
porque el parque automotor estaba prácticamente paralizado por las tapas de
block de los compresores de los ómnibus, entonces existentes. El, junto a otros
innovadores echaron a andar casi todo el transporte urbano en La Habana.
Al
preguntarle acerca de otras innovaciones me dijo: Estoy por cumplir los
50 años de edad, de modo que tengo mas de 30 años de experiencia. Mi trabajo
actual es en todo el sector de la industria alimentaria, la cadena del pan, fábrica
de helados. He trabajado, por ejemplo, en soluciones para la producción
del yogur de soya, y gracias a las innovaciones, los niños de todo el país
reciben ese alimento.
Son muchas
las innovaciones de Carlos, pero s u mayor satisfacción es estar rodeado de
jóvenes que están a su lado en adiestramiento, a quienes enseña las picardías
del oficio, ese que no se aprende en la escuela, sino en el quehacer diario del
taller.
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